Estamos en el mes de la educación: Día del Estudiante, Día del Maestro, graduaciones. Se supone que debe ser un mes de celebración de la gestión educativa, de la enseñanza y del aprendizaje. Hoy un grupo de estudiantes graduandos decidió disfrutar de una "guerra de agua". Se prepararon para jugar a arrojarse agua unos a otros. Algunos le añadieron un elemento al juego: foam. Cuando salí de mi sala de clases había foam derramado por todo el piso de la primera planta. No imagino siquiera cómo estaban los muchachos.
Me fui a almorzar. En el siguiente edificio la historia se repetía: foam por todo el estacionamiento. Logré divisar algunos estudiantes que ya se habían lavado un tanto del mismo, pero todavía tenían residuos. Me senté a almorzar en el comedor y entonces el cuadro perdió su matiz de juego. Asomó a la puerta un compañero profesor cubierto de foam. En mis 25 años de magisterio nunca había visto tal clase de irrespeto. Me sorprendió y me entristeció; no sólo por el compañero, sino también por los mismos estudiantes. ¿A dónde quedaron sus valores? ¿Qué valor tiene un promedio académico cuando en el corazón hay actitudes que no pueden considerarse humanas?
He estado pensando sobre esto últimamente. Sé de al menos un estudiante que estará en el Cuadro de Honor y será premiado próximamente en el Día de Logros y sin embargo se ausenta injustificadamente, corta clase, rehúsa leer o escuchar instrucciones, responde ásperamente, insulta al maestro, se burla de sus compañeros... Personalmente no lo reclutaría para trabajar en una empresa seria.
Deseo pensar que estos casos son excepciones y que la mayor parte de nuestros graduandos conserva un fuerte sentido de responsabilidad, sensibilidad humana, respeto y deseo de superación no sólo académica, sino también personal.
Quiera Dios que en el caminar de la vida pronto nuestros graduandos de cursos académicos logren graduarse con honores de HUMANIDAD.
